Geología e
hidrología |
El gran desnivel local pone en evidencia una
hermosa serie estratigráfica, desde los niveles areniscosos de la formación
de Río Yera (1) hasta las areniscas de la cumbre de Porracolina (9)
y tal vez hasta las primeras calizas del nivel 10.
Las gradas calizas superiores (nivel 8) de la Porracolina forman una unidad
diferenciada, en la cual no se conoce más que una cueva digna de mención:
la del Recuistro, que tan sólo tiene un centenar de metros de desarrollo.
Su orientación parece sugerir una posible relación de esta parte
del karst con el sistema de Río Munío, al sureste. Todo este
conjunto superior parece tener un limitado potencial en extensión.
El vallejo de Calseca asciende y luego bordea las empinadas laderas del alto de Porracolina, visible en segundo plano. A la derecha, la cresta rocosa de La Matanza subraya el buzamiento, que se hunde hacia el corazón del macizo y explica en buena medida la ausencia de manantiales en el valle del río Miera.
El nivel kárstico inferior, constituido por la potente masa de calizas de Peña Lavalle y Bucebrón (3, 4), coronada por los bancos de biocalcarenites del nivel 6, se muestra más interesante. A pesar de haber sido escasamente visitado por los espeleólogos a lo largo de cuatro décadas, este sector ofrece un enorme potencial, tal como demuestran las exploraciones de la Torca del Tejón y la del Gran Damocles. Sus cavidades parecen estar relacionadas con el sistema profundo de Cueto-Coventosa o con los drenajes tributarios del manantial del río Sordo, en el Val de Asón. Este planteamiento puede hacerse extensivo a las cavidades de La Porra y Pepiones (véase sector 1). A pesar de hallarse mucho más cerca, el valle del río Miera no parece ofrecer ninguna salida al acuífero subterráneo.
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